Tiempos turbulentos y enrevesados transcurren en Maranello. Los prometedores aires de victoria que se esbozaron en los primeros semestres del 2017 y 2018, se esfumaron con el viento. La Scudería más laureada de la Fórmula 1 perdió a su líder, Sergio Marchionne, producto de complicaciones quirúrgicas y, con ello, el rumbo.
Desde el segundo semestre del 2018, los resultados fueron magros y, un espejismo de performance, se pudo vivir el año pasado durante los Grandes Premios de Bélgica, Monza y Singapur. Sin embargo, eso levanto una fuerte polémica en torno a la legalidad de la planta impulsora de la SF90, lo que impactó de lleno en la SF1000, y le hizo perder 15 km/h de velocidad punta.
En tiempo de descuento, la Scudería debió reorganizarse, y por eso nombró a Enrico Cardile como jefe del Departamento de Desarrollo. Además, han traído a escena a quien que puede tal vez torcer el rumbo del equipo rojo y devolverlo a la senda ganadora. Por eso, Rory Byrne, uno de los diseñadores más ganadores de los últimos 30 años, se suma nuevamente al staff de forma activa, como consultor.
Este sudafricano de 76 años, graduado de la Universidad de Witwatersrand, ha sido el artífice de muchos monoplazas icónicos en la Fórmula 1. Apasionado por el diseño y la velocidad, desde chico, quiso ser piloto pero, tras intentarlo varias veces, desistió de la idea: «Puedo hacer una vuelta razonablemente decente, pero no puedo mantener ese ritmo vuelta tras vuelta» comentó una vez. A los 17, ganó su primer Campeonato Mundial como diseñador. Sus resultados en el Campeonato Sudafricano lo llevaron a Inglaterra, donde arribó a la Fórmula 1 de la mano de Toleman. Fue nombrado Jefe de Diseño en 1981. Allí diseñó el mítico TG184 con el que Ayrton Senna peleó durante el GP de Mónaco con Alain Prost, en el poderoso McLaren TAG, culminando segundo. Al año siguiente, Benetton lo contrató. Allí formó una de las sociedades más poderosas, junto a Ross Brawn. Su trabajo, paradójicamente estuvo mayormente lejos de las pistas. «La última vez que gestioné un auto en la pista fue en 1993 y, raramente voy a las carreras ya que hay tanto apoyo y trabajo de investigación que hacer aquí, en la fábrica. En estos días, la información se transfiere vía satélite y con las modernas comunicaciones, no es necesario» explicaba durante su tiempo en Ferrari. Solía trabajar 14 horas diarias, los 7 días de la semana y solo se hacía presente durante los GP de Monza e Imola, debido a la proximidad.
Durante su tiempo en Benetton, logró sus primeros campeonatos de Fórmula 1, diseñando el B194 y B195, con los que Michael Schumacher se coronó bicampeón y el equipo logró su único título de constructores en 1995. Cuando el Kaiser se mudó a Ferrari, una de sus exigencias fue traer consigo a Byrne. Ferrari accedió y debieron viajar a Tailandia, donde pasaba sus días de retiro, y lo convencieron de sumarse al plantel. Vestido de rojo, le dio a la escuadra su más gloriosa época, comenzando en 1999 con el campeonato de constructores y culminando en 2004, tras haber cosechado 11 coronas. En 2012, se involucró en el rediseño del auto de Fernando Alonso y le devolvió la competitividad.
Hoy, vuelve a la escena con el titánico objetivo de sacar al equipo del pozo en el que se encuentra. «Me gusta ganar pero no es tan importante como ser competitivo. Sabes, ser poco competitivo es algo que simplemente no puedo manejar. Perder una carrera por algunas décimas de segundo no es tan malo; es simplemente depende de los detalles del día. Llegar segundo, una vuelta abajo, es terrible» concluyó.
El último mosquetero de la era dorada de la Scudería regresó cuando más se lo necesita. Sus conocimientos y la experiencia que pueda aportar, buscarán sacarle lustre a la insignia de sus monoplazas para que puedan volver a brillar.
Por Jero Aliaga para PruebautoSport
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