Victoria histórica de Toyota en las 24Hs de Le Mans conducidos por Alonso, Buemi y Nakajima,
El tiempo solo es una ilusión para quien posee el valor de ganar, vivir cada momento como si todo fuera verdad en un instante, para quien no se conforma con lo que tiene que pasar, y hace que suceda. El grito de deseo llega con acento ruso. «Vamos mago, vamos perrete, vamos tío», dice un amigo de Fernando Alonso en la grada principal de Le Mans mientras el asturiano pasa por delante con los ojos inyectados en sangre y una katana de samurái entre los dientes, talento español, coraje astur, ingeniería japonesa para retar al tiempo. Parecía que podría pilotar toda la noche en ese Toyota, la marca que ha hecho campeón al salvador de las 24 Horas de Le Mans.
Era la una y media de la madrugada, noche cerrada en la Sarthe, por los suelos algunos dormían sin remedio, otros aún miraban el asfalto y se emocionaban con el rojo de los frenos en Mulsanne, los crepes de Nutella se mezclaban con el olor residual de las barbacoas y el sonido de los coches inundaba la escena. «Ese que pasa es el Corvette de Antonio García y ese que casi no suena el Toyota de Alonso», adivinaban una pareja de aficionados españoles llegados de Nerja, gorra Kimoa, bandera española en lo alto. Y una esperanza. ¿Sería capaz Alonso? ¿Podría construir en apenas un par de horas una obra de arte, un recuerdo para siempre? En esas 43 vueltas el genio astur dejó atrás años de decepciones en Fórmula 1, de palabras sin sentido, de coches rotos y abandonos, de ver a Hamilton o Vettel o un segunda fila como Rosberg sonreír en lo alto del podio mientras el mejor de los mejores se iba antes de tiempo, de frustraciones injustas. O de dejar atrás acusaciones de fraude antes de iniciarse el juego. Todo estaba preparado para la victoria de Alonso, decían. En realidad solo lo estaba su talento y ese coraje de campeón de todas las épocas.
Alonso a los mandos. Tenía que hacerlo. Se subió como quien regresa al amor de su vida tras una travesía en el océano. Pura pasión. Una serie de fatalidades habían dejado el liderato que consiguiera en su primera tanda convertido en más de dos minutos de desventaja con el otro Toyota. Primero Kobayashi recuperando a Nakajima, después un slow zone (zona en la que hay que ir más despacio por algún peligro en pista) que benefició al otro coche para finalizar con un stop and go de un minuto a Buemi por sobrepasar la velocidad permitida en esas zonas lentas. Dos minutos y veinte segundos. «Se puede recortar», dijo alguien. «No en pista, no si no sucede nada raro», añadió el incrédulo. Y pasó algo raro, especial… Alonso. Salió a cazar en la noche de Le Mans en una carrera contra el reloj. Era la vuelta 170 y empezó a volar, primero contra el excelente Conway, después contra el brillante Pechito López, ambos sin un solo fallo. Pero era, es Alonso, sin experiencia en la noche, en su primera vez. El Nano volvió, entro en éxtasis como un torero cuando se juega la vida mirando al tendido, arrebatado, loco total. A las cuatro de la madrugada dejaba su puesto a Nakajima después de recortar 96 segundos, minuto y medio en pista a dos especialistas, 43 segundos después de 43 vueltas.
A partir de ahí, su compañero japonés, Michelin nuevas, se lanzó a por su compatriota Kobayashi, le dejó en dos segundos, pero el orgulloso Kamui se rehízo, no le duró mucho, el Toyota ocho con los reglajes del asturiano era más rápido y a las seis y media de la mañana le pasó para atrapar el liderato como el que recupera un hijo perdido. Después sanción de un minuto a los dos Toyota que veían fantasmas en la neblina del amanecer, más slow zone acelerada, y turno de Buemi que aumentó la ventaja y a las nueve y media de la mañana regresaba Alonso. Más de un minuto. Tranquilo, controlando y de ahí al último stint. Rumores de sanción, problemas para el Toyota 7. Nervios. Emoción. Dos sanciones para el otro coche. Ganador con dos vueltas de ventaja. Y todo porque él no se conformó. Alonso, uno de los más grandes de siempre, sonriendo al fin. Libre.
¿Cuánto le ha costado a Toyota ganar Le Mans? Esa es la pregunta que me hacen desde la redacción de Madrid y para contestar empecemos por el principio. Dinero. De momento 120.000 euros, eso es lo que cuesta la inscripción en la mítica prueba si tienes dos coches, aunque en este caso por participar en todo el WEC y ser quien vos sois se reduce de manera considerable. Y todo para ganar 40.000 euros con la victoria. Pero en la vida no todo es cuestión de dinero. O casi nada importante en realidad. ¿Alguien se atreve a monetarizar el amor? Pero lo que sí es necesario es una buena inversión y según nuestras fuentes todo el programa de motorsport de Toyota supera los 400 millones de euros anuales y la Resistencia es la estrella del Toyota Gazzoo Racing.
Pero si hablamos de intentos, de seguir y seguir hasta lograr el éxito tenemos que decir que han sido 19 veces sin lograrlo y a la 20 han conseguido un tremendo éxito con un doblete histórico y Alonso, la gran estrella, en lo mas alto.
La primera vez fue en 1985 con un Toyota 85C-L, el único que terminó de los dos fue el número 36 de Satoru Nakajima, Masanori Sekiya y Kaoru Hoshino que concluyó 12º en la general de la carrera. Sin embargo la historia de Toyota es la de la mala suerte, si así lo queremos llamar. En 1994 y 1998, problemas de potencia y un año después una serie de pinchazos provocó paradas extra y quedaron segundos a una vuelta del ganador.
Pero la escena más representativa es la de Kazuki Nakajima en 2016 liderando la prueba con cierta tranquilidad cuando a falta de cinco minutos para completar las 24 horas el japonés advertía por radio de que su coche no iba, no tenía potencia. Sueño roto.
El año pasado los tres coches de Toyota quedaron fuera, dos por problemas mecánicos y el otro por un accidente con un doblado que también afectó a otro de los coches nipones. Pero esta temporada, después de horas y horas de ensayos, entrenamientos y mucho esfuerzo han logrado el objetivo y han dado una lección muy japonesa, no rendirse jamás garantiza el éxito.
Su primer gran resultado fue el podio en 1992, dos coches diferentes en cinco equipos, el pilotado por Sekiya, Raphanel y Acheson, terminó en segunda posición.
Pero es en 2012 cuando regresan a Le Mans en su última etapa con un coche híbrido de gasolina, el primero que participa en Le Mans y tras varios intentos ahora por fin… victoria. Nunca hay que rendirse.
La exhibición de Fernando Alonso en Le Mans demuestra que su empeño por conseguir la Triple Corona va a tomar el relevo de la Fórmula 1 si ésta sigue dándole la espalda. En cambio, Le Mans le ha abierto sus puertas y ya es una de sus leyendas. Dicen que para ganar allí tienes que vencer a la carrera, porque es ella quien elige a su ganador. Pues Le Mans eligió a Alonso… y a Toyota, con quien también tenía cuentas pendientes. Pero no se lo puso fácil. Ya en la salida todo el intenso trabajo realizado desde enero por Alonso (aprender el manejo de coches muy distintos a los F1, compartirlos con otros pilotos, conducir durante mucha más distancia que la de un Gran Premio…) se pudo ir al traste cuando de las 24 horas sólo se llevaban segundos. Si el Rebellion que llegó desbocado a la primera curva llega a embestir al Toyota 8 en lugar de acariciarlo sin consecuencias… se hubiese acabado todo. Y fue cuestión de centímetros.
Que Alonso estaba en plan campeón se intuía ya desde el primer minuto en el que se subió al Toyota. Lo cogió a doce segundos de Pechito López y en diez vueltas ya estaba por delante. Como en Mónaco tantas veces, como en Indianápolis el año pasado, como en Daytona en enero… Alonso, el novato (¡ja!), lideraba Le Mans. En esta fase, la carrera ya le había elegido como ganador, pero quiso ponerle a prueba para ver si de verdad era digno de ella. Primero le soltó en una maraña de coches más lentos para esquivarlos como si fuese una persecución policiaca, luchando a la vez por el liderato con su compañero de marca. Volvió a salirse por la hierba, rozó los guardarrailes… como el Alonso caníbal de Renault y de Ferrari. Pero sobrevivió.
Después lo puso en la oscuridad de la noche con un reto gigante. Recuperarle casi dos minutos al otro Toyota. Buemi, el ‘capitán’ del equipo de Alonso por ser el más experimentado de la tripulación, cometió un error de novato al saltarse el tope de velocidad en una zona con banderas amarillas. Alonso se subió a la 1 de la madrugada.. ¡2 minutos y 20 segundos por detrás de Pechito! Misión imposible para alguien que, como mucho, ha corrido en Grandes Premios nocturnos con más luz que si fuese de día. Sin embargo, ante el asombro de las 256.000 personas que acudieron a esta edición atraídas por la luz de Alonso, el novato fue capaz de recuperar casi toda la diferencia en apenas dos horas y media en una actuación que pasará a los libros de historia de la carrera. Y más importante que eso. Le mandaba un mensaje a sus compañeros: estaba aquí para ganar y les iba a enseñar el camino. Y el mensaje llegó perfecto a sus destinatarios ya que los siguientes relevos de Nakajima (que remató el trabajo del español culminando la remontada mientras Alonso descansaba) y Buemi (que llegó a amasar hasta un minuto de ventaja) fueron más sólidos, poniendo una piedra más en el trayecto hacia la victoria. No faltó una pizca de suerte, indispensable siempre en las grandes gestas. Primero cuando Nakajima volvía a cometer el mismo fallo de Buemi con las banderas amarillas.
Por fortuna, también sancionaron al otro Toyota. Además, la lotería del último Safety Car les dio un mayor colchón de tiempo sobre el 7… que dejaba sentenciaba la carrera a falta de tres horas. En ese tiempo no se podía arriesgar lo que Toyota llevaba 19 años buscando.
Doblemente histórica Si para Alonso este triunfo tiene un significado especial, para Toyota, el equipo que le ha dado la oportunidad de lograr este hito en su carrera, lo es aún más. Llevaban desde 1985 intentándolo. Diecinueve tentativas fallidas y a la vigésima llegó el triunfo. Bien es cierto que no tenían rival (el tercer clasificado acabó a 12 vueltas), pero en Le Mans no hace falta que el enemigo sea numeroso. La propia carrera te lo puede quitar todo en un momento, como le pasó a Nakajima en 2016, cuando su Toyota se paró a falta de una vuelta para lograr el ansiado triunfo. Por un momento ese fantasma se presentó cuando el número 7 casi se paraba a falta de una hora y media. ¿Y si ese problema se extendía luego al 8? Hasta que se supo la causa del problema… hubo miedo.
Pero resultó ser por un fallo de Kobayashi, que se olvidó de entrar en boxes cuando tocaba y estuvo a punto de quedarse sin gasolina. Nakajima no se rindió después de aquello y ayer el destino le dio la revancha al ofrecerle el honor de hacer el último relevo para llevar el coche a meta. Toyota tampoco se dio por vencida y hoy ya tienen el triunfo que les faltaba en su palmarés en competición. Ese mismo espíritu ha guiado a Alonso en todos estos años de travesía en el desierto de la Fórmula 1, hasta que ha encontrado un objetivo al que agarrarse. Toyota ha sido su aliado y Alonso ha sido el campeón que necesitaban para acabar con el maleficio.
Clasificaciones finales de la 24 Horas de Le Mans
Fuentes: As y Marca
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